El abierto apoyo de la ex presidenta a la candidatura de Juan Manuel Urtubey dejó al tartagalense al descubierto. ¿Qué lleva al líder del Partido de la Victoria a oponerse a su propia jefa política? ¿Rabia e impotencia o intenciones de aprovechar su caída?

Enojado por no haber sido elegido para encabezar la lista de senadores nacionales de Fuerza Patria en Salta, el tartagalense Sergio Leavy decidió fracturar, el 17 de agosto pasado, ese espacio y promover su propia candidatura. Alegó haberlo hecho para resguardar los valores del espacio que él cree sintetizar: el kirchnerismo. Sin embargo, las consecuencias prácticas de esa curiosa lealtad es dañar a Juan Manuel Urtubey, el candidato de Fuerza Patria bendecido por la mismísima Cristina Fernández de Kirchner.

Para que se entienda: con su candidatura, Leavy se opone a la dos veces presidenta de la Nación, a la que nadie le niega su condición de estratega. Se opone a la líder que exige a capitanes y soldados elevar al máximo sus rendimientos. A la candidata que midiendo más en el espacio propio, relegaba su postulación para no entorpecer los objetivos. A la doctora capaz de sentarse con quienes la agraviaron porque en política los agravios «prescriben a los seis meses» si el proyecto lo demanda. A la mujer que hoy esta presa por impulsar políticas a las que Leavy dice abrazar.

Municipalidad de Salta

El desacatado, en definitiva, cree que Cristina y otros referentes con cientos de intendentes, legisladores y dirigentes territoriales que trabajan en sus nombres (como Axel Kicillof y Sergio Massa) se equivocaron. También la CGT Salta, las 62 Organizaciones, varios sindicatos, los movimientos sociales y otros que promueven a Urtubey, no porque estén enamorados del ex gobernador con el que mantuvieron desacuerdos públicos, sino por considerarlo la figura más competitiva para plantar una opción que aspire a poner límites a un presidente que hizo de los ajustes brutales, los actos de crueldad y las palabras de desprecio, herramientas políticas al servicio de un proyecto detestable.

Leavy decide abandonar esa lucha para entregarse a desenmascarar al infiltrado en el campo popular. El mismo que el lunes volvió a ser recibido por Cristina en San José 1111. Leavy busca recordarnos que él sintetiza los valores del espacio en Salta e insiste con una candidatura cuya única proyección es cosechar entre 3 y 5 por ciento de los votos, que en comicios tan reñidos como lo será el de octubre sólo daña a Fuerza Patria, el espacio al que el tartagalense siempre invoca como continente que le otorgó sentido a su vida política.

Por las consecuencias políticas prácticas y no por los móviles principistas y emotivos que él alega, Sergio Leavy ejecuta ahora «la gran Florencio Randazzo». Hablamos de la maniobra que realizó el ex ministro del Interior de Cristina, resentido porque la ex presidenta no avaló su candidatura presidencial en 2015. Buscó vengarse del supuesto desaire montando una lista en territorio bonaerense para las legislativas de 2017. Resultado: apenas cosechó tres puntos. Porcentaje mínimo pero suficiente para que un candidato con cara de suplente se impusiera a la propia Cristina en unos comicios igual de polarizados que el que se aproxima. Enfaticemos, no obstante, que aquella derrota de Randazzo fue bien pagada por el macrismo en el poder de entonces.

¿Leavy también quiere vender a buen precio su derrota en Salta? Habrá que esperar para saberlo. Algunos dicen que no, que el «Oso» sólo padece una rabia adolescente hija de la soledad y la impotencia. Un estado que le nubla el razonamiento. También están quienes aseguran que siendo el líder del Partido de la Victoria un pequeño traficante de cargos públicos, el servicio que ahora presta sea pagado con ese tipo de especias.

Habrá que ver lo que hacen los partidos menores que en nombre de la pureza abandonaron Fuerza Patria y adelantaron su apoyo a Leavy. Si mantienen su postura, nadie deberá buscar las razones en una supuesta moral distorsionada de sus dirigentes y militantes. Allí las ambiciones materiales no existen. Pero sí abunda un criterio que se deja llevar por el rigor teórico y la pureza de principios. Una conducta que los desliza a lógicas reñidas con los criterios políticos.

Fuente: Cuarto